La climatización es uno de los grandes dolores de cabeza de cualquier Facility Manager. Un alto porcentaje de las quejas que reciben los departamentos de Facility Management son relativas a la temperatura del espacio de trabajo. Si le sumamos además las quejas relativas al ruido generado por los sistemas de climatización, esta instalación probablemente se lleve el premio a la causa más habitual de cometarios negativos respecto al funcionamiento de inmuebles.
Y cuando no son quejas de los trabajadores, son quejas de arriba. De los 350.000 kWh que representan la media de consumo anual de un edificio de oficinas convencional en Madrid, el 75% son consumidos por la climatización, así que el cuidado de estos sistemas influye directamente en los costes de los que es responsable el departamento de Facility Management. Y no solo en los costes, sino también en el impacto ambiental que el edificio genera.
De las muchas soluciones que se plantean para estas cuestiones en el caso de nuevas construcciones, hoy presentamos las estructuras termoactivas. Este sistema consiste en confiar el control de temperatura a la masa, no al aire. Constructivamente es bastante sencillo. Se trata de insertar en la losa de hormigón unos circuitos de agua con la que se puede regular la temperatura del hormigón. Se convierte así la losa en un elemento radiante convectivo, aprovechando la inercia térmica del hormigón. El agua necesaria para calentar el ambiente únicamente necesita estar a una temperatura de 30º, lo que supone una gran diferencia con los aproximadamente 60º que necesita un sistema de radiadores. En invierno se usa el suelo para calentar el ambiente y en verano, el techo para refrescarlo.
De esta manera, la superficie de toda la losa genera un control de temperatura que evita el estrés térmico del espacio: no hay zonas mucho más frías que otras, como ocurre con los sistemas de climatización por aire. Al mismo tiempo, al desvincular la climatización del aire, se evita el estrés acústico, ya que no es necesario renovar el aire por su temperatura, sino solo por su calidad. Esto se soluciona con sondas de CO2 que detectan cuándo es necesaria esta renovación. Esto por sí solo ya genera un gran ahorro energético.
Veamos ahora datos concretos. En un proyecto piloto de la Universidad Técnica de Dinamarca (Danmarks Tekniske Universitet – DTU) junto con una caja de ahorros danesa, la Middelfart Sparekasse, se decidió usar estructuras termoactivas para el proyecto de la sede central, que contaba con 5.380m2. (Aquí puedes ver con detalle el edificio http://www.archdaily.com/57217/middelfart-savings-bank-3xn/). El objetivo era reducir el consumo eléctrico derivado de climatización y ventilación en un 75-80%, de manera que fuera más sencillo cumplir con los requerimientos de energía de las leyes danesas, cada vez más exigentes.
Después de su construcción y posterior ocupación, se llevaron a cabo un monitoreo técnico y encuestas de satisfacción sobre el ambiente interior. El consumo de electricidad de climatización y ventilación se redujo en 12-13 kWh/m2/año, lo que supone un 60%. Hay que tener en cuenta que en este edificio hay una gran cantidad de cerramiento de vidrio, por lo que, en edificios de otras características, estos ahorros pueden ser incluso mayores.
En cuanto a las encuestas de satisfacción, los resultados mostraron que un 85-90% de los ocupantes estaban satisfechos o muy satisfechos con las condiciones térmicas, acústicas y ambientales del edificio.
Otra ventaja que hay que señalar es que con este sistema se reducen los costes de construcción, ya que el sobrecoste que supone la construcción de los circuitos y el sistema de control se compensa con los ahorros en instalaciones técnicas de distribución de aire, automatización de equipos de climatización, etc. Por otro lado, también supone ventajas a la hora del diseño del edificio, ya que facilita el cumplir los requisitos de consumo energético del inmueble.
En España tenemos también un buen ejemplo de la implantación de estructuras termoactivas. En Madrid se encuentra la sede de IDOM, que es un edificio de oficinas de unos 10.000 m2 sobre rasante y 7.000 m2 bajo rasante. En este edificio, la estructura termoactiva, junto con otras estrategias pasivas de ahorro energético (elementos de protección solar, adecuación de los huecos a la orientación, optimización de la luz natural, buen aislamiento, etc.), ha conseguido que el consumo anual de energía primaria sea de 75 kWh/m2, frente a los 240 kWh/m2 que requeriría la operación del inmueble con sistemas convencionales, lo que supone un ahorro de casi el 70%. (Fuente: http://www.construction21.org/espana/data/exports/pdf/idom-acxt-sede-de-madrid.pdf)
Todos estos datos hacen que este sistema de estructuras termoactivas resulten muy atractivas desde el punto de vista de un Facility Manager. No solo podemos conseguir ahorros significativos, sino que conseguimos ambientes más agradables para los ocupantes de los edificios, mejorando así su calidad de vida y su productividad como empleados.
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