En las últimas semanas hemos sido testigos de la compra por parte del gran magnate chino Wang Jianlin del Edificio España situado en la plaza del mismo nombre en Madrid. El edificio, que era propiedad del Banco Santander, ha sido comprado por este empresario, uno de los hombres más ricos de China, por 265 millones de euros, esto supone alrededor de un 30% menos de lo que pagó el empresario Emilio Botín a Metrovacesa, que era la anterior propietaria del inmueble.
Jianlin ha puesto sus ojos en Madrid y, tras haberse hecho con el 20% del capital del Atlético de Madrid, ha mantenido reuniones con el fin de invertir 3.000 millones de euros en Campamento, zona al suroeste de la capital donde se situaban antiguamente cuarteles e instalaciones propiedad el Ministerio de Defensa. En la superficie de más de dos millones de metros cuadrados, el empresario dueño del grupo Wanda, especializado en centros de ocio y comercio, podría levantar un gran complejo de ocio, oficinas y comercio.
La inversión del grupo Wanda ha generado un “efecto llamada” sobre los inversores chinos, siendo ahora mismo los que ocupan el mayor porcentaje de inversiones respecto al total de capital extranjero invertido en el mercado inmobiliario español.
Pero ahora lo que nos preguntamos es si con las inversiones procedentes de China también vendrán sus supersticiones. En China el número ocho es el número de la suerte por excelencia, el precio de las tarjetas SIM es directamente proporcional a la cantidad de ochos que contenga, las matrículas con ocho son altamente cotizadas, y en el sector inmobiliario las oficinas situadas en la octava planta o en aquellas que contienen un ocho (18,28,38…) son mucho más caras que en cualquier otra planta ¿Empezará en España a subirse el precio de las viviendas u oficinas de estas plantas con el posible incremento de la demanda?
También hay que tener en cuenta que existen números menos afortunados y las plantas cuartas (cuatro se pronuncia en chino igual que la palabra “muerte”) o que contengan un cuatro son de las menos solicitadas.
Para los ciudadanos de Hong Kong es impensable adquirir una vivienda donde se ha producido una muerte no natural (suicidios o asesinatos), pero los especuladores inmobiliarios y aquellas personas con menos arraigo en este tipo de supersticiones (personal sanitario u occidentales residentes en la ciudad) compran estas viviendas a unos precios muy bajos, creen que el tiempo todo lo cura y que transcurrido un tiempo el valor de la vivienda subirá de nuevo.
El negocio ha llegado a tal punto que las inmobiliarias hongkonesas han establecido un ranking, se marca con cuatro calaveras aquellas viviendas con una historia extremadamente macabra y truculenta y que haya salido en los medios de comunicación, con tres calaveras aquellas donde se ha producido un crimen pero no ha tenido repercusión mediática, con dos calaveras si ha habido un suicidio pero tampoco ha salido en los medios de comunicación, y por último, con una calavera aquellas viviendas donde ha habido accidentes domésticos con fatal desenlace.
Pero no creamos que las supersticiones son únicamente de China, en Nueva York a día de hoy se siguen construyendo rascacielos en donde se pasa de la planta 12 a la 14. Según un estudio realizado por CityRealty sobre una muestra de 650 edificios de la gran manzana, en menos de un 10% de los inmuebles se denomina correctamente el número de los pisos. Ésta es una “costumbre” adquirida por cuestiones de marketing: la mayoría de compradores no tendría ningún problema en comprar o alquilar una oficina o vivienda en un piso 13, pero las empresas no ganan nada reduciendo el posible mercado.
¿Se adaptará el mercado inmobiliario español a los nuevos inversores?
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