La novela de 1817 escrita por Mary Shelley cuenta la historia de Victor Frankenstein, que curiosamente es el nombre del científico y no el de la criatura que él engendró. El joven médico quería descubrir «la misteriosa alma del hombre», por lo que unió miembros de varios cadáveres en un único cuerpo, con el objetivo de darle vida. Algo parecido ocurre en el Facility Management. Es un conjunto de distintas competencias con procedencias diferentes, pero que deben cumplir un objetivo común, el de dar soporte a una empresa.
Alineación necesaria
Todas las organizaciones necesitan apoyarse en algún tipo de inmueble o infraestructura que ha de responder a la demanda de forma eficiente. También las personas vinculadas al negocio deben tener cubiertas sus necesidades vinculadas con la operación. Todo debe quedar integrado bajo un mismo paraguas. El trabajo que se lleva a cabo condiciona el tipo de apoyo que se necesita. Las tendencias del sector, la madurez de una región o la cultura de la organización, también van a influir en el modelo de soporte. Muchos factores deben estar alineados: los espacios, los servicios más operativos, la sostenibilidad o los proyectos internos entre otros. Pero esta alineación debe ser en conjunto y no individual.
Nuestro modelo Frankenstein aparece cuando cada área actúa en base a un objetivo particular, sin querer integrarse en un mismo cuerpo. Si una pierna quiere ir hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, nunca se moverá del sitio. Una de las dificultades radica en que los distintos roles del FM pueden estar repartidos por distintos departamentos de la empresa y operar con cierta independencia. Ahora deben ceder parte de sus derechos o poner competencias en común por el bien de un modelo mayor, algo que no es tarea fácil.
Conocimiento desmembrado
Todo el contenido del FM se imparte desde hace décadas en distintas universidades. Los programas de grado van de 3 a 5 años y cubren todo el alcance, con sus propios estilos en función de la región. Cuando se preparan cursos más cortos se debe decidir qué se quiere cubrir, a nivel de competencias y de detalle. En cualquier caso, se debe mantener un hilo conductor, el Facility Management. Donde no existe la carrera falta la visión global, y eso deriva en una pérdida de perspectiva. Aquí es donde aparecen los programas Frankenstein. Se hacen con sesiones independientes de otros cursos de instalaciones, organización industrial, tecnología, finanzas o recursos humanos, que se meten en una misma caja y se les llama Máster en FM.
Esto lo aprendimos entrevistando a un posible profesor para nuestro programa. Nos decía que “la gestión del tiempo y del estrés será igual para cualquier persona, esté o no esté en el entorno del FM”. Aquí vimos que todo el contenido lo debían preparar expertos con conocimiento profundo de lo que es Facility Management, incluidas las materias más comunes. Redactar material original para producir 3000 horas de contenido no ha sido fácil, más de 2,5 millones de palabras escritas, pero ha merecido la pena. Podemos decir que hemos creado un ser humano y no un engendro como el del joven Victor.
Frankenstein es considerada la primera historia moderna de ciencia ficción. El Facility Management y lo que abarca es real, pero igual que pasaba con el nombre del investigador y el de su creación, se pueden confundir. Dar autonomía a un ente compuesto de partes no es crear un ser humano, debe tener otros elementos que lo hagan pensar y actuar como tal o será rechazado como le pasó al monstruo.
Para terminar, un dato curioso es que en la novela original nunca se dice que se usara electricidad, aunque es lo que aparece en muchas películas y cómics. En el FM sí que tenemos que integrar la energía y la sostenibilidad como parte del modelo.