Este verano mis vacaciones han vuelto a tener un escenario increíble, Benín. Benín es un país pequeño de África que está entre Nigeria y Togo. Ahora que estaréis más situados (si no, podéis mirar dónde está aquí http://es.wikipedia.org/wiki/Benín), puedo explicaros cómo llegué allí. Hace cuatro años empecé a colaborar con Fundebe (http://fundebe.org/) una fundación que trabaja para promover el desarrollo de Benín y hace dos, fui por primera vez como voluntaria en verano. Este año volví a ir y esta vez como responsable de un grupo de treinta chavales voluntarios que han trabajado como nadie. Este año ha tenido un valor añadido, he podido ir porque la empresa en la que trabajo, FMHOUSE, se ha implicado con Fundebe y me ha costeado el viaje. Para mí esto no significa solo un ahorro considerable, sino saber que trabajo en un lugar que comparte mis valores y ese es el mejor bonus que se puede recibir.
Si me pongo a relataros mi experiencia, puedo acabar siendo un poco sentimental y este no es el momento ni el lugar, así que lo haré desde el punto de vista de un facility manager, que se adapta más al contexto. Eso sí, si queréis leer testimonios más completos y ver fotos de los niños más guapos de Benín (nuestros alumnos), de los paisajes más bonitos que os podáis imaginar (los de los alrededores de nuestro colegio) y de los voluntarios más trabajadores (los nuestros), podéis verlos en fundebe.org (fin de cuña publicitaria).
Iremos viendo el viaje servicio a servicio:
Catering
Alimentar a 30 voluntarios de entre 19 y 25 años que trabajan sin parar con niños no es fácil. Hacerlo en un pueblo sin supermercado, menos. Ahora sí, es muy entretenido. Organizar los desayunos comidas y cenas con lo que habíamos traído de España y lo que podíamos comprar en el mercado de Nikki fue lo más divertido del viaje. Hacer la compra en el mercado es una experiencia que me ha aportado mucho. En Benín no vas al puesto del mercado, pides los tomates y te vas. Primero le preguntas a la vendedora por su día, luego hablas sobre los tomates, discutes el precio y finalmente los cuentas con ella uno a uno hasta los 100 que nos llevábamos cada dos días. Lo mismo con las cebollas, las patatas (aunque estas iban por kilos), etc. Puede parecer algo muy sencillo, pero ese trato humano me dio la oportunidad de conocer y admirar más a la gente de Benín. Otro tema diferente eran los pollos, se compran vivos. Pobrecitos míos, en una palangana esperando que llegara la cocinera y… ya os imagináis…
To be continued…