La crisis del COVID-19 será recordada, entre otras cosas, como un experimento social sin precedentes. Se está poniendo a prueba el comportamiento y la paciencia de las personas, sacando lo mejor y a veces lo peor de cada uno. Los efectos psicológicos y los cambios de costumbres harán que tengamos que replantearnos ciertos aspectos cuando todo esto acabe. El ocio, el turismo o la cultura tendrán que estar pendientes de cómo pasan a actuar sus “clientes” para posicionarse en un nuevo mercado. Queremos centrarnos en las empresas con espacios corporativos, ya que, aunque cada uno decide si viaja, si va al teatro o si sale a cenar, el ir a la oficina no es algo que se pueda decidir libremente. Anteriormente comentamos en otro post que quizá estos espacios cambien su uso o su función, y cómo el teletrabajo será uno de los conceptos que va a influir en esa transformación.
Tiempo de crisis, tiempo de consideración
De forma generalizada, las empresas van a padecer las secuelas de una profunda crisis económica. Algunas de forma directa, como hoteles, aerolíneas o restaurantes, y otras indirectamente a consecuencia de un menor consumo y el estricto control de gastos no esenciales. Todo está unido y habrá pocos sectores que no se vean afectados, por lo que muchos directivos estarán obligados a tomar medidas, al fin y al cabo, se debe generar beneficio. En esta línea, se tendrán que replantear cuánto cuesta cada cosa y si es necesario cada aspecto asociado a un gasto. Se analizará todo y se cuestionará cada partida, quedando la puerta abierta a nuevos criterios para la toma de decisiones. Ahí es donde apareceremos retratados los distintos departamentos, siendo uno clave el de Facility Management como responsable de las oficinas, entre otras muchas cosas. La ecuación es simple, el espacio es un multiplicador directo del coste. Entonces, si reducimos metros se reduce el coste, pero para que sea sostenible la decisión habrá que decidir cómo y desde dónde se trabaja.
Merece la pena recordar que el teletrabajo no es algo nuevo. Desde que no estamos atados a cables, ya sean del teléfono, del ordenador o de la red de datos, se puede teletrabajar. Y eso es lo que hacemos al contestar una llamada o un correo desde fuera de la oficina. El tema es el número de horas que mantienes esa situación, cuántos días a la semana y con qué medios cuentas para hacerlo. Ya hablábamos con anterioridad de nuestra P.E.R.C.H.A. y como ya existen multitud de versiones sobre lo que hace y no hace falta para teletrabajar.
¿Por qué no se implanta el teletrabajo?
Según funciones y actividades diarias, se estima que el 80% de los trabajos de oficina se podrían hacer totalmente en remoto. Con las herramientas actuales, el acceso generalizado a la tecnología y los bajos precios de los dispositivos, saldría rentable en prácticamente el 100% de los casos. La pregunta es lógica, ¿por qué no se hace? Las respuestas pueden ser muchas, pero hay dos realidades. La primera es que por ahora la gente sí que tiene que ir a la oficina y la segunda es que depende únicamente de la dirección de cada empresa el ir o no ir y bajo qué condiciones. Bueno, así era hasta antes del confinamiento obligatorio.
Sobre la primera, decir que seguramente deban ir obligados porque no todos tienen la personalidad o características adecuadas para poder teletrabajar, aunque su puesto si lo permitiera. En diez años teletrabajando en FMHOUSE hemos tenido experiencias agridulces donde no hemos acertado a la primera con el perfil, pero poco a poco hemos ido afinando el proceso de selección y haciendo las preguntas adecuadas antes de contratar. El teletrabajo te da una flexibilidad y una conciliación incomparable, así como la posibilidad de organizar tu agenda. Pero esto implica que como no todo el equipo lleva el mismo horario, hay que estar un poco pendiente de si alguien necesita algo de ti. Al final esta modalidad tiene que ser un win-win, porque si no, no compensa ni a uno ni a otro.
Hablando de la segunda realidad, hay que tener en cuenta que detrás de cada empresa que decide hay una persona. Sea multinacional o familiar, de un sector u otro, siempre será alguien quien finalmente determine qué hacer. Su bagaje previo, edad, experiencia o lo innovador del perfil, son factores que influirán en las decisiones, y el teletrabajo será pronto uno de los aspectos a tratar. La pregunta clave que debe hacerse es, ¿seré capaz de aceptar el concepto de trabajo sin ver a los empleados o lo que hacen? (Aquí nos atrevemos a preguntar si estar calentando el asiento se considera trabajar, aunque se esté mirando el móvil o viendo pasar el día…)
La clave: la confianza
Para poder teletrabajar, los responsables de los equipos a todos los niveles deben borrar de la cabeza preguntas como “¿dónde estás?”, “¿dónde estabas que te he llamado varias veces?” o “¿qué estás haciendo?”. A veces es difícil controlar estos impulsos y se transmite una desconfianza sobre aquellos que no se les tiene cerca. Un dato curioso: cuando hacemos auditorias de ocupación y la empresa está en cambios internos o hay una situación difícil, se detecta una mayor densidad en los espacios. Algo que se podría esperar al revés, se explica al tener en cuenta el miedo a que no te vean. Nos decían los empleados de una multinacional que “ahora hay que estar aquí más que nunca, llegas antes y te vas más tarde, aunque no hagas nada, porque si no te ven, parece que no eres necesario y estas en la lista para salir”. Esto da que pensar.
Si para dirigir bien hay que saber delegar, para poder teletrabajar hay que poder confiar. Aunque es cierto que esa confianza debe ser mutua entre la empresa y los empleados, siempre va a comenzar en las organizaciones, ya que depende de ellas que sea una realidad o no. Lo que suceda a partir de ahora no está claro, lo que sí es seguro es que el teletrabajo va a estar en las mesas de dirección esperando una decisión. Si pesa más la desconfianza que los beneficios, sobre todo económicos, pero también medioambientales, sociales, etc., tendrá que ser con una buena excusa. En cualquier caso, seguro que no se descarta por completo y poco a poco se va acelerando su implantación.
Esperamos, ya de paso, que se consulte también a los responsables de los departamentos de Facility Management, que no siempre se les tiene en cuenta lo que se debería y son piezas clave en este proceso de transformación.